lunes, 17 de octubre de 2011

Mirarle a los ojos


 ¿Te imaginas ese día glorioso cuando de repente mires hacia el frente y veas su rostro?
La verdad no yo no puedo hacerlo, me cuesta tanto imaginarme al Señor Jesucristo. No porque no crea en Él o me falte la fe, sino porque es demasiado para mi mente tan finita. Es algo que supera la dimensión de mi imaginación.

Puedo leer lo que dicen las Escrituras acerca de Él y su venida, cómo se presentará, cómo lo vio el apóstol Juan, cómo lo describe en Apocalipsis y también algún profeta del Antiguo Testamento. Pero la verdad es que no puedo. ¿Seré muy tonto o corto de imaginación?

Toda mi vida pensé que el Señor Jesús se parecía a esos actores de Hollywood. Siempre con un rostro casi inmutable. En otros momentos me imaginaba a alguien con cierto aire de severidad porque mi conciencia sucia no me dejaba verlo como el Buen Pastor sino como el amo enojado. Es más fácil para mí pensar en que viene como Juez, como el que cabalga, como el que disciplina y no como el Sanador, Protector y Amoroso novio que viene por su esposa.

Pero esa es mi mente, gracias a Dios. Es mi mente y no la de Dios, quien tiene otra visión de la realidad, una visión muy diferente a la mía. Una visión manchada con la sangre de Cristo y no manchada por el pecado como la mía. Una visión llena de amor y de justificación y no de juicio y venganza.

Estas palabras de amor me hacen reconocer cuán diferente soy a Cristo y la forma de verme a mí mismo y su gracia.

Cantares 2:14  Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
 Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
 Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.

El mayor anhelo de Cristo es ver el rostro de su novia la iglesia, o sea nosotros. Oír su voz. Nada hay más importante que estar en su presencia, contarle lo que nos pasa, porque Él desea eso.

Isaías 54:10  Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.

Puede ser muy pobre la perspectiva que tengo de lo que soy delante de Dios, pero en realidad no importa lo que yo piense, sino lo que Dios dice que soy para Él.

¿Te has puesto a pensar que muchas veces somos mediocres en lo que pensamos? A veces solamente vemos con la óptica humana y no la del cielo. La que cuenta el valor de la sangre del Amado y la magnitud del amor que nos tuvo para pagar tan alto precio.

No puedo imaginarme cómo es su rostro, no puedo imaginarme cómo es el cielo, sólo puedo leerlo en las páginas de la Biblia y tener una leve idea de cómo será. Pero de lo que sí estoy seguro, es que un día pondrá su mano sobre mi hombro, me llamará por mi nombre y me abrazará porque ya me compró con su sangre, ya me redimió y un día cumplirá su anhelo de tenerme en su presencia al igual que a ti.

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