Siempre que hablamos de fe pensamos en decisiones que debemos
tomar, esas decisiones que a veces salen de lo común y entran en una dimensión
un tanto desconocida e ilógica para algunos, sobre todo para aquellos que son
ajenos a la vida de Dios.
La fe es la confianza que depositamos en Aquel que tiene poder
para hacer todas las cosas. Eso quiere decir que tomar decisiones de fe, son
decisiones basadas en lo que Dios puede hacer y no en lo que yo creo que puedo
hacer.
Andar por fe, es andar conforme a los que Dios quiere y de acuerdo
a su gracia y no en mis propias fuerzas.
Orar es una cuestión de fe, no sólo por el hecho de que nos
acercamos y pedimos con fe, sino porque orar implica fe.
Heb 11:6 Pero
sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a
Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Para entrar en oración debemos creer que Dios existe, sin fe en
Dios, que Él existe no podemos ni siquiera orar, porque ¿a quién oraremos entonces?
La fe es “la convicción de lo que no se ve”, reza el inicio de
este capítulo; aunque no vea a Dios mi fe hace tener convicción que está ahí y
me escucha. Dios siempre está presente en la vida de cada individuo, lo
reconozca o no como su Dios, pero Él se manifiesta a todos los hombres,
haciendo que sean inexcusables ante Él.
Rom 1:19 porque
lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
Rom 1:20 Porque
las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles
desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas,
de modo que no tienen excusa.
Dios siempre está obrando en cada hombre, de diferentes maneras.
Es el hombre quien no reconoce a Dios en su vida. Pero aquellos que lo reconocemos
vivimos por fe, porque por medio de la fe reconocemos que Él está presente.
Cuando cierra sus ojos, cuando está en silencio, antes de dormir o
mientras se baña, cuando su espíritu se aquieta, puede ver con los ojos
espirituales a Dios, puede entrar a su presencia por la obra de Cristo, el
único camino al Padre. Estar en su presencia no es entrar en éxtasis por horas
de cantar de pie, sino por arrodillarme ante Él en oración, porque sé que Él
está allí y me escucha.
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