domingo, 26 de agosto de 2012

En la casa de Dios



Cada domingo vamos a la iglesia; no importa el clima, el cansancio o los compromisos familiares. La gran mayoría, de los que nos decimos cristianos, vamos a la iglesia. El porcentaje que no asiste muchas veces es porque tiene trabajo, está enfermo o en algunos casos, por pereza y falta de comunión. Pero en fin, casi todos los creyentes vamos a una iglesia el fin de semana. La pregunta es: ¿a qué?, a ver a los amigos, a cantar, a predicar, para no ser juzgados o que no me llame el pastor en la tarde.
Quizá uno vaya porque es una costumbre, santa costumbre. Sabe que es algo bueno, le gusta y cree que de ese modo está agradando a Dios y esto realmente tiene cierta verdad y valor. Estos son los aspectos secundarios de ir a una iglesia. Alguien podría decir: “yo voy porque quiero aprender de Dios”. Y está muy bien.

¿Cuál es la razón por la que vas a la iglesia?, ¿vas a llevar tu ofrenda, ya sea en dinero, esfuerzo o adoración?, ¿vas porque quieres que te vean como un hombre fiel?. Cualquiera sea tu razón, no escapa a los ojos de Dios; Él sabe perfectamente por qué vas, cuál es tu corazón, cómo son tus sentimientos, sabe lo que estás pensando y sintiendo en este preciso momento, lo sabe todo. Y por eso nos recomienda lo siguiente:

Eclesiastés 5:1  Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.

Cuando vas a la iglesia ¿vas con un corazón dispuesto a ser confrontado con la Palabra de Dios?, debo incluirme en el grupo de los que pocas veces vamos con esa actitud, pues la gran mayoría de nosotros, vamos para hacer tantas cosas en la iglesia que muchas veces dejamos de oír a Dios. Nos enfocamos en las canciones, en el ministerio que debo desarrollar y en cómo estuvo la prédica; que dejamos de escuchar la voz de Dios. Los necios hacen eso y no se dan cuenta que hacen mal.

Hubo un fariseo que se paró delante de Dios y decía: “gracias Dios porque no soy como este hombre pecador”. El publicano ni se atrevía a mirar al cielo porque sabía que había pecado. Dos hombres ante Dios, pero sólo uno volvió justificado a su casa. Jesús dijo a Marta: “estás demasiado preocupada con los quehaceres que no aprovechas el tiempo para estar conmigo, María escogió la mejor parte”, ella estaba sentada escuchando al Maestro.

Cuando voy a la casa de Dios, debo disponer mi corazón a escuchar la voz de Dios y no a hablar tanto, a dejar que Él me comunique su verdad y no aturdirlo con tantas canciones. A esperar ansioso, qué es lo que quiere que yo haga y no decirle lo que quiero que Él haga por mí. Acerquémonos para oír más que para hacer. Dios siempre tiene algo que decirme y yo siempre tengo algo que cambiar.

jueves, 23 de agosto de 2012

Invitaciones santas



Es raro hoy en día escuchar a personas invitarte a hacer cosas santas, pareciera que esa invitación a las iglesias o los estudios bíblicos han perdido efectividad. La mayoría de las personas tratan de disfrazar estas reuniones como encuentros con amigos, la gente no ve como una razón de ir a una reunión de la iglesia el encontrarse con Dios sino con un grupo de amigos donde se habla algo de Dios.

Creo que esta manera de actuar entre los cristianos de hoy nos ha hecho perder mucho territorio en el mundo como luminares de Cristo. Ya no somos un faro en la obscuridad sino una habitación con un tono tenue de luz. Donde algunos, si prestan mucha atención, se darán cuenta que no decimos malas palabras o no actuamos como el resto. Pero no hacemos la gran diferencia, hay muchos grupos sociales y religiosos que quizá tienen mejor comportamiento que los creyentes de hoy.

Pero, ¿Cuántos te invitan hoy a ser santo?, la verdad es que pocos te invitan a caminar junto a Dios, dejando tu estilo de vida y costumbres mundanas; confrontándote con la necesidad de vivir de un modo diferente, de ser un claro reflejo de Cristo. Pocos son los que te dicen que esa música que escuchas, las películas que ves o las revistas que lees son malas, que no te edifican; quizás por miedo a que lo rechacen, por miedo a perder tu amistad o por dudas a si tomar una postura así, es correcta. La cuestión es que si algo va en contra de los principios de Dios, no sirve en tu vida, no te ayuda a crecer. Y no me vengas con la frase trillada de que eres maduro y que esas cosas no te afectan, porque a la larga siempre afectan y si no puedes o quieres dejarlas es porque realmente te tienen atrapado.

La invitación en el libro de Isaías es:
Isaías 2:5  Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová.

Quizá nadie te ha dicho algo así, quizá nadie te invitó a vivir para Dios, bueno; yo quiero hacerlo. Quiero invitarte a caminar bajo la luz de Dios, según sus principios y verdad, no bajo el costumbrismo de cristianos sino bajo la luz de Dios. Te animo a que desafíes a otros a hacerlo, que te juntes con alguien como compañero de camino, que leas junto a él la Biblia, que ores, que sirvas en tu iglesia y que puedan conocer cada día más a Dios.

Dios siempre te está invitando a caminar junto a Él, a saciarte en Él, a disfrutar de su cuidado, protección y provisión. Dios siempre está listo para que los que quieran, caminen bajo su luz y Él los guiará. Así que, ven conmigo a conocer más a Dios.

lunes, 13 de agosto de 2012

La fabula de Esopo


El asno, el gallo y el león
Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo. 
El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese propósito. 
No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.
Moraleja: Ten siempre presente que las cualidades de tu prójimo no son necesariamente las tuyas.

Esopo es el hombre que ha escrito las fabulas que todos conocemos, lo interesante de él, es que algunos tienen dudas de que realmente haya existido. Este fabulista griego escribió la famosa frase: “La unión hace la fuerza”.

Me llamó mucha la atención esta fabula en particular, porque a veces me he comportado de esa forma, al ver que algo funciona para otros pienso que puedo hacer lo mismo y que me funcione a mí.

Algunas personas no reconocen sus propias habilidades dadas por Dios y quieren vivir las vidas de otros, creen que si actúan como los que admiran podrán disfrutar del gozo de cumplir el propósito de Dios en su vida, pero tristemente no siempre es así.

Dios nos ha dado a cada uno capacidades, habilidades, talentos y dones que nos convierten en seres únicos, con un propósito fabuloso en Él; fuera de Él nada podremos hacer. Sin una comunión con Cristo pronto te secarás y dejarás de disfrutar las bendiciones de Dios y todo aquello que Dios te dio para que desempeñes tu rol en la vida será obsoleto.

Dios dice algo acerca de esto: Hebreos 13:7  Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. 

El punto es ver lo que hacen los demás e imitar su fe. La confianza y dedicación que tienen para el Señor. Caminar con la misma convicción que ellos, no los mismos caminos. Tal vez puedas ver a un misionero o pastor que trabaja en lugares inhóspitos, difíciles y peligrosos; y trates de imitar su conducta haciendo lo mismo, pero si no tienes la misma convicción y fe, fracasarás.

Considera tus capacidades, tus habilidades, tus dones y pídele a Dios que te muestre qué debes hacer. Mira a otros que dieron pasos de fe e imita su fe, entrégate a Cristo como ellos lo han hecho.