sábado, 29 de octubre de 2011

Enojado con Dios


¿Te has enojado con Dios alguna vez? Estoy más que seguro que sí, en algún momento de tu vida te ha pasado; quizá no te diste cuenta pero las reacciones de tu vida pueden mostrar cierto enojo o descontento. Yo debo confesar que sí me he enojado y no porque Dios haya sido malo conmigo o no me haya atendido o me ha hecho pasar por un mal rato, sino porque no entendía lo que Él quería hacer o no aceptaba lo que Él deseaba para mí.

La principal razón de enojo con Dios no es porque nos sentimos lastimados por Él, sino que no nos gusta su plan y queremos seguir con el nuestro. A veces no aceptamos lo que Dios quiere o está haciendo y nos rebelamos contra Él. Escuchamos las mentiras del diablo que nos dice que Dios no es tan bueno y que no se preocupa de nuestros intereses; “tienes derecho a dormir más, preocuparte por ti un poco y no tanto por los demás; ¿trabajas tanto para dar tu dinero a la iglesia? En fin, siempre hay pensamientos que se levantan contra Dios.

Jonás huyó de la presencia de Dios (como si eso fuera posible) porque no quería predicar a un pueblo al que él odiaba. Ya saben lo que paso; se metió en un barco, vino la tormenta, al agua pato, le trago el tío de Nemo y se arrepintió; oró, pidió perdón y fue vomitado en una playa justamente en el lugar al cuál no quería ir. Al final estaba donde Dios quería que esté. Aun con un poco de susto por el traumático viaje en primera clase en Royal Fish, fue y predicó. Añorando que no se hayan arrepentido, se quedó a esperar la destrucción que nunca llegó, lo cual le molestó y se enojó con Dios porque Dios es muy bueno y misericordioso. Pero… ¿Acaso no recibió él, perdón de Dios cuando se lo pidió dentro del pez? Qué curioso que somos, somos más propensos a esperar el juicio de Dios que su gracia.

Bueno, para terminar la historia, Dios perdonó al pueblo de Nínive y Jonás confronta a Dios. Jonás no quería predicar a este pueblo porque esperaba que Dios los destruyera, así que, dice la Biblia:

Jonás 4:1  Pero Jonás se disgustó en extremo,  y se enojó.

Definitivamente Jonás no sabía lo que estaba diciendo. Él conocía del amor y misericordia de Dios, lo experimentó también, pero justamente su misericordia daba rabia a Jonás. Jonás quería venganza, sangre corriendo por las calles, fuego cayendo del cielo; pero sólo pudo ver una mañana tranquila de paz y escuchó cánticos de alabanza a lo lejos. Jonás se moría de la bronca y arremetió contra Dios, insolentemente le dijo:

Jonás 4:2  … ¡Ah,  Jehová!,  ¿no es esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra?  Por eso me apresuré a huir a Tarsis,  porque yo sabía que tú eres un Dios clemente y piadoso,  tardo en enojarte y de gran misericordia,  que te arrepientes del mal.
4:3  Ahora,  pues,  Jehová,  te ruego que me quites la vida,  porque mejor me es la muerte que la vida.
Hay mucho para profundizar, pero sólo quiero que pienses en tu vida por un momento; ¿Estás enojado con Dios? ¿Es racional hacer eso? ¿Será que tu egoísmo o deseo de hacer tu voluntad te ciega y no puedes ver la gracia y el amor de Dios?. 
El enojo contra Dios se revela en tu tiempo de oración, porque cuando no quieres orar es porque no quieres hablar y quedar de acuerdo en qué harán juntos ese día y solamente quieres hacer tu vida sin ayuda de nadie. Cuando dejas de pasar tiempo a solas con Dios y no sabes muy bien por qué, quizás sea porque hay algo en tu corazón que no concuerda con tu Señor y en cierto modo, de alguna forma estás enojado con Dios. Examina tu corazón, mira dentro tuyo y, como dice el apóstol Pablo: Quita de ti toda amargura, enojo, ira y todo aquello que te haga rebelarte contra el plan perfecto de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario