El amor al mundo se puede traducir también en las cosas que
ama el mundo. Quizá puedas decir, yo amo a Dios; no soy un carnal ni mundano,
voy a la iglesia, leo mi Biblia y ofrendo. No puedo creer que pienses que amo
al mundo. Miremos lo que dice Dios:
1Jn 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
1Jn 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo.
1Jn 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que
hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
¿Cómo sabemos si amamos al mundo? Por lo que hacemos, si
amamos las cosas que el mundo ama:
- El placer
- La ambición y el poder
- La arrogancia – La fama
Estás tres cosas caracterizan al pecado y el deseo del
hombre natural, el hombre que vive bajo el control de su carne y de las
influencias del Satanás.
Satisfacer mis deseos de la carne, mis deleites, mis
paciones no importa el precio, no importa a costa de. Solamente ocuparme de mí
mismo y de lo que mi carne pide. El comportamiento de la naturaleza humana no
se diferencia de la de un animal. El animal tiene deseo o necesidad y lo
satisface. No piensa si está bien o mal, no importa si afecta o no su futuro o
a los que están a su alrededor sólo se preocupa en satisfacer sus deseos. La
única diferencia está en que el hombre tiene una excusa para todo
comportamiento: mi familia, mi esposa, mi trabajo, me presionan, no me dan
libertad, es único tiempo para mí, no afecta a nadie. Todo argumento es válido
para negar mi pecado y hacer aceptable mi conducta.
El deseo de tener cosas, más y más, no sólo material sino
también el corazón de otros, o el poder. La capacidad de dirigir, de imponer
nuestra opinión sobre otros. La ambición de llegar a ser el mejor; la
obstinación por conseguir siempre lo que quiero. Parecieran virtudes, pero son
pecados, por falta de humildad, amor y contentamiento. Una persona que busca
conseguir lo que se ha propuesto no le importa a quién afectará o cómo lo
conseguirá, no importan los medios, si al final tengo lo que deseo.
La vanagloria de la vida, o la arrogancia de la fama.
Entendamos bien el concepto: Vano, algo que no tiene trascendencia, que es
efímero, que sólo aparenta por su forma y color pero no tiene consistencia;
como una pompa de jabón. Gloria: lo que reviste a algo o alguien, el
reconocimiento que se le da, la fama obtenida. En fin, una fama vana, que no es
duradera ni tiene propósito. Sólo es algo que durará muy poco. La persona que
vive el momento, el ser más que todos, que se pone por encima de los demás, es
arrogante; cree que merece la atención y el respeto de todos y que el resto
está para servirle.
Estás cosas ama el mundo, estas cosas son las que gobiernan
el pensamiento de todo aquel que quiere amar el estilo de vida del mundo y ama
al mundo. No importa si es un hijo de Dios o no, una persona que sólo se
preocupa de satisfacer sus deseos carnales, obtener todo lo que ve y anhela,
disfrutar de la fama y el poder sobre otros, es una persona que está muy de
acuerdo con el pensamiento satánico de vivir para sí mismo y no para Dios.
Por eso dice Dios: ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
contra Dios?
continuará...
continuará...
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