Me pregunto ¿si somos tantos cristianos en el mundo,
por qué no ganamos al mundo para Cristo?, ¿será que estamos tan ocupados en
nuestros propios planes que nos olvidamos de la gran comisión?
Desde mi punto de vista y haciéndome un autoexamen,
creo que se debe a que no vemos la gran comisión como un mandato sino como una opción
o una tarea más. Algo que podemos hacer, pero que el Señor no se molestará sino
no lo hago; algunos estamos más preocupados por el programa del domingo que por
ganar a otros con el evangelio. Y mirándome a mí mismo, eso sucede muchas
veces.
La verdad es muy distinta y si cada creyente viviésemos
como Dios manda y si hiciéramos lo que nos pide estoy seguro que las cosas
cambiarían. A veces pienso en mi vecino, sí el de la tienda de la cuadra, si
supiera cuál es la razón de mi fe, ¿no se sentiría atraído a Cristo?.
Al mirar a los apóstoles y su devoción y convicción,
me digo a mí mismo: “deberías vivir como ellos”. Porque el apóstol Pablo decía:
1Co 9:16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por
qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!
A la luz de esta declaración, aunque me esté atando la
soga al cuello, no predicar en este día sería pecado, porque debemos hacerlo;
nos fue dada una comisión y no tenemos otra razón de pasar por este mundo sino
para compartir de la obra de Cristo.
Qué diferente sería si fuera como Pablo, si viviera como él. Si cada día no dejara pasar sin hablarle a alguien de Jesús. Si todos fuéramos como él, quizá ya serían muy pocos los que no conozcan a Cristo. Por algo él dijo: "lo he llenado todo con el evangelio".
Sinceramente quiero sentir esta necesidad de la que
hablaba Pablo, quiero sentir la urgente necesidad de predicarle a todo aquel
que esté a mi lado. No para gloriarme en algo, sino para cumplir con el deseo
de nuestro Padre celestial. Acompáñame en esta obra y hoy hablemos a alguien de
la muerte y resurrección de Cristo.
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