Tanto, los
temperamentos como los estilos de comunicación, no son una excusa a nuestro mal
comportamiento o negligencia, no podemos escondernos detrás de ellos. El Señor
nos ha dejado mandamientos claros en cuanto a cómo debemos comportarnos,
mostrar amor y ser pacientes.
Veamos
para terminar unos versículos y tomemos consejos de ellos:
Filipenses 2:3 Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como
superiores a él mismo;
Romanos 12:3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a
cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el
que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe
que Dios repartió a cada uno.
Colosenses 3:19 Maridos, amad a vuestras
mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
20 Hijos, obedeced a vuestros padres en todo,
porque esto agrada al Señor.
21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para
que no se desalienten.
1Tesalonisenses 5:14 También os rogamos, hermanos,
que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis
a los débiles, que seáis pacientes para con todos.
15 Mirad que ninguno pague a otro mal por mal;
antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos.
Romanos 12:17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo
bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros,
estad en paz con todos los hombres.
La vida del creyente
debe ser marcada por buenas relaciones con los demás. Honrar a Dios en su forma
de hablar y expresarse, no es nada fácil, nuestro orgullo muchas veces nos
jugará en contra. Pero es nuestro deber y responsabilidad procurar por todos
los medios ser de edificación y dar gracia a los que nos oyen.
Para lograr esto
debemos dar unos pasos sencillos: reconocer nuestras fallas, pedir perdón a
Dios y a los que hemos ofendido y rogar al Espíritu Santo de Dios que produzca
en nosotros los frutos espirituales que Él desee, permitir a Dios hacer los
cambios necesarios en nuestra vida y estar dispuestos a pagar el precio de un
cambio.
Muchas veces no
queremos cambiar nuestra forma de relacionarnos con los demás porque tememos
que nos vean como débiles o se aprovechen de nosotros, pero es necesario hacer
cambios si queremos encontrar un alivio a nuestras relaciones conflictivas. No
todas las personas reaccionarán como nosotros esperamos, pero es nuestra
responsabilidad tomar el primer paso, dar la otra mejilla y comenzar a caminar
la segunda milla si queremos ser usados por Dios y transformar nuestro entorno.
No podemos culpar a
otros, no podemos dejar esta responsabilidad en manos de otros, ni siquiera en
Dios. Somos nosotros los llamados a amar y mostrar amor a todos. Somos nosotros
los que podemos hacer una diferencia en nuestras familias desde hoy. No les
demos este privilegio a extraños, seamos nosotros los que afectemos de tal
manera la vida de nuestros hijos y conyugues para que ellos glorifiquen a Dios.
No deje de depender de
Dios; nuestro enemigo, el diablo, estará buscando muchas formas para
desanimarlo, estará provocando miles de situaciones donde se detonen las peleas,
pero por Jesucristo podemos vencer. Antes de responder, antes de dar una
palabra, pensemos si eso glorificará a Cristo y dará honra al que está delante
suyo. Ellos verán a Cristo en su forma de actuar. No sólo hable de Jesús, viva
cada día como Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario