Es increíble como las cosas malas son más fáciles de
hacer que las buenas. Es más fácil odiar, guardar rencor, mentir, negar a
enfrentar los hechos. Pareciera que siempre estamos dispuestos a hacer lo malo
antes que lo bueno.
Y en realidad es una gran verdad en el hombre, nuestra
naturaleza pecaminosa siempre nos lleva a hacer lo malo. Ya en el libro de
Génesis Dios dice esto:
Génesis 6:5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era
mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de
ellos era de continuo solamente el mal.
No debería extrañarte que las personas hagan lo malo,
pues está impregnado en sus genes. Entre tantas cosas que hacemos por
naturaleza, naturaleza caída por supuesto; está el de negar.
Negamos todo, negamos el asiento a alguien en el colectivo,
negamos el paso a otra persona en una intersección, negamos como reacción inmediata
ente la petición de algo o la confrontación de algo, muchas veces porque no
queremos enfrentar lo que conlleva la verdad.
Por eso creo que es más fácil hacer lo malo, porque
hacer lo bueno implica ser responsable y comprometerse con la verdad. Ser indiferente
o negligente es tan fácil, sólo haces la vista gorda y listo.
Hace un tiempo atrás con mi hijo Ariel, plantamos una
pequeña huerta, como proyecto de escuela. Pusimos varias semillas y
fertilizante, regamos y esperamos ver los primeros brotos, luego de algunos
días allí estaban, nos emocionamos. Unas semanas después nos parecía raro que
todos los brotos eran iguales, a pesar de que habíamos plantado diferentes
tipos de semillas. Unos días mas tarde a las pequeñas hojas redondeadas se les
podían ver unos pequeños pelitos y nos dimos cuenta que eran ortigas. No podíamos
distinguir al comienzo cuales eran las buenas plantas y las malas, lo peor, no podíamos
quitar las ortigas porque todas estaban muy pequeñas y lastimaríamos hasta las
buenas plantas y tuvimos que esperar a que estén más grandes para hacerlo. Hasta
que al fin un día pudimos limpiar la huerta, pero las plantas buenas fueron
pocas, muchas de ellas murieron porque las ortigas las sofocaron o quitaron los
nutrientes del suelo. Esto me recuerda a la parábola de la cizaña y el trigo,
pero es real.
Me preguntaba: ¿Cómo puede ser que no necesitamos
trabajar para tener malas hierbas en el jardín, pero tener buenas plantas es
tan difícil? Esto parece ser que tanto la naturaleza como nuestro mismo ser
fueron afectados por el pecado del hombre.
Quizás al leer estos comiences a decir: “a mí no me
pasa eso” y quizá te estés negando a reconocerlo. Pero si piensas bien, te vas
a dar cuenta que la mayoría de nosotros estamos más dispuestos a negar algo, o
negarnos a algo antes de aceptar que estamos equivocados o necesitamos ayuda.
Evidentemente negar nos da cierta seguridad o tiempo para pensarlo mejor.
No necesariamente negamos porque estamos mintiendo o
tratamos de ocultar algo, sino porque no queremos ceder o porque no estamos
dispuestos a dejar que otros tengan un mejor lugar o posición que nosotros. No queremos
ser incomodados, no queremos ser movidos de nuestro pensamiento o no queremos
arriesgarnos a enfrentar nuevos retos.
De cualquier forma, por cualquier razón,
definitivamente siempre es más fácil negar a decir la verdad, a enfrentar un
cambio, a tomar la iniciativa, a arriesgarse a algo nuevo, a dejar la posición que
tengo para probar otras opciones.
Si te estás negando a algo, evalúa bien si no te estás
negando a la voluntad de Dios. Si estás negando algo, cuidado con estar
incurriendo en mentiras o engaños por tapar un error o pecado. Si estás negando
algo a alguien, piensa que quizá le estés privando de una gran bendición.
Dar libertad a otros también te libera a ti. Negar a
veces te priva de disfrutar las bellezas de la verdad y la vida.
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