He pedido a Dios que me ayude en ciertas ocasiones, le he rogado que me libre de algunos problemas y he pedido algo en particular, pero; como si el cielo estuviera en mi contra se me cierran las puertas, todo me sale mal; el dinero no me alcanza y lo poco que tengo parece que se me pierde.
Y es ahí cuando surge la pregunta: “¿Por qué no?, ¿Por
qué Dios no me responde?. Y la verdad es que muchas veces no recibo una respuesta
de Dios porque estoy pidiendo como “nene caprichoso” y no estoy atendiendo a lo
que Él me quiere enseñar.
La oración es uno de los más grandes milagros que
podemos disfrutar día a día. El simple hecho de poder hablar con Dios ya lo es.
Pero a veces usamos la oración como el “call center” de una pizzería o
cualquier otro negocio con servicio a domicilio. Llamamos, pedimos, damos las
instrucciones de cómo “queremos las cosas” y colgamos.
En lo personal creo que Dios, a veces, nos pone en
situaciones de aprieto para que pensemos si el problema no está en nosotros. Miren
esto:
Hageo 1:6 Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no
os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y
el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.
1:7 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad
sobre vuestros caminos.
¿No te suena conocido este episodio?, ¡sí, es mi vida
y la tuya!. Parece que nada nos satisface, parece que siempre nos falta, parece
que no avanzamos y es porque no estamos viendo cómo andamos. Dios nos ama tanto
que quiere guiarnos a los mejores pastos, pero nosotros como tercas ovejas o “borregos”,
diría yo; nos descarriamos sin mirar para dónde vamos. Es cuando Dios comienza
a llamar nuestra atención y nos dice: “medita, piensa, examina tu camino”. No culpes
a otros, no arrojes piedras al cielo, mira si el problema no está en ti antes
de acusar a los demás o quejarte de Dios.
Una vez estuve en el centro de la ciudad de Quito en
medio de un tráfico terrible, nos movíamos a 10 kilómetros por hora. Después de
un rato observé que las personas del vehículo de adelante a cada instante me
miraban, comentaban y volvían a mirar. Primero pensé que me conocían, luego
pensé que hice algo malo; ya comenzaba a molestarme toda esta situación de que
miren a cada instante. Hasta que al fin una de las personas sacó la cabeza por
la ventana y me dijo: “señor sus luces están encendidas”. No me había dado
cuenta que en algún momento puse las luces altas y estaba encandilando al de
adelante. Yo me sentía molesto porque me miraban constantemente pero el
problema era que yo les estaba molestando.
Hay algo que no está saliendo bien en tu vida, medita
en tu camino. Puede ser que la respuesta esté en que no estás haciendo algo bien. Puede que Dios
quiere mostrarte un camino mejor. Llevarte a un lugar más seguro y lleno de
bendiciones. Piensa en lo que Dios dice.
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