miércoles, 26 de septiembre de 2012

Pelear es bueno

Quizás el título no parece prometedor al teman, pero creo que hay ciertas peleas que son buenas; en algunas es mejor perder para al final ganar, como por ejemplo ceder en algo. En otras las peleas son absurdas y a lo único que te lleva es a perder por todos lados, no importa por donde mires, pierdes. Y creo que la mejor pelea que podemos dar es contra nosotros mismos. Sí como lo acabas de leer; gran parte de nuestros conflictos y problemas vienen de nuestras actitudes, malas costumbres, instintos y deseos más bajos, en fin; gran parte del problema lo provocamos cada uno de nosotros.

El apóstol Pablo escribió lo siguiente:
1Co 9:26  Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire,
27  sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

Él está hablando de hacer las cosas para ganar, ir a mejor; en ese contexto dice que no pelea como alguien que tira golpes al viento sino que tiene un propósito. Muchos piensan que es necesario, lastimar la carne para dejar los hábitos del pecado, pero este versículo no dice eso, sino que él pone bajo control su cuerpo para que lo obedezca y no caiga en descrédito. 

Nuestro orgullo y sistema de autodefensa, de sobrevivencia emocional nos lleva a levantar paredes ante los demás, no dejamos que nadie nos insulte, que nadie nos reclame nada y aun cuando tienen razón intentamos buscar excusas y culpables para defendernos, todas estas reacciones, muy naturales por cierto, son reacciones de la carne. No queremos reconocer que fracasamos y fallamos, no queremos mostrar debilidad ni se humillados. 

Por eso es importante luchar contra nosotros mismos, lograr el dominio propio, vencer la carne que nos dice: “¡ataca!, ¡no te dejes tratar así!”. Debemos vencer ese tipo de pensamientos y ver con calma si es verdad que lo que nos están criticando, si es necesario hacer ajustes en mi propia vida. Controlar el enojo, la ira, la envida, el rencor, los gritos, las reacciones bruscas y hasta el silencio; porque quizá no diga nada pero mi silencio es peor que los insultos. Estas reacciones muy comunes suelen ser justificadas por el temperamento y las situaciones, pero en realidad son solamente muestras de la naturaleza pecaminosa que debe ser domada y controlada por el Espíritu Santo. 

La mejor lucha que puedes librar es contra ti mismo, vence tu carne, aférrate al poder de Dios, pídele sabiduría, busca su rostro cada día y la santidad; vence tu carne con sus pecados. Recuerda que mayor es el que está en nosotros, no seas presa y motivo de escarnio ni burla de las huestes de maldad, no des motivo al diablo que se ría en tu cara cuando te reproche tus faltas, tapa su boca con una vida rendida a los pies de Cristo. Todo pensamiento altivo llévalo cautivo a los pies de Cristo, no sólo pensamientos ajenos sino los tuyos propios. No te dejes ganar por el que está crucificado con Cristo, porque lo que vives en la carne, lo vives en la fe del hijo de Dios. Sé más que vencedor.

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