Yo me he sentido sin fuerzas y he llegado a pensar que
ya no puedo trabajar más, que estoy demasiado cansado como para seguir; creo
que todos pasamos por momentos así, por ratos en que parece que la vida y el
mundo se nos viene encima, todo en contra.
Es en esos momentos cuando me veo al espejo y noto que
estoy más viejo, más feo, más arrugado. Que no me he podido comprar ropa en los
últimos meses, que mi familia no ha escrito ni un email. Que nadie me dijo hace
más de dos meses que me estima o que soy de ayuda a su vida. Siento que nadie
agradece por mi trabajo, siento que mis tristezas pasan desapercibidas por la
gente que está a mi lado. Pareciera que soy un cero a la izquierda y si sigo
enumerando cosas, estoy seguro que seguiré cavando un pozo a mi alrededor del
cual no podré salir.
Pero entiendo también que cuando estoy cansado paso
por momentos así, de frustración, desgano, desconcierto, pierdo el rumbo y
comienzo a deambular por callejones obscuros de autocompadecimiento. Debo reconocer
que no son voces de la razón ni de la realidad, sino producto del cansancio;
voces de un ser que no hace otra cosa que quejarse, que en vez de hacer algo
con toda la carga, se pone a llorar y buscar culpables, trata de conseguir un
chivo expiatorio y no hacerse responsable ni aceptar la realidad.
Cuando estoy cansado y comienza esta locura de mirarme
a mí mismo trato de sobrellevarlo buscando a otras personas que puedan hablarme
de cualquier cosa que me haga evitar pensar en mí. Mirarse a uno mismo, creo que
es lo peor que puedes hacer en un momento de cansancio, porque la perspectiva
está afectada por el desgaste y no vas a encontrar nada bueno. Eso no quiere
decir que no haya nada bueno en ti, sino que no ves nada bueno, porque el
cansancio te hará ver todo lo malo. La verdad es que si miras una vida sin
Cristo la vas a ver en un estado deplorable y al quitar tus ojos de Jesús para
mirarte a ti y tu agobiada vida, siempre, siempre vas a ver lo peor.
Es ahí cuando toma mayor fuerza el versículo de
Hebreos:
Heb 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Mi mirada debe estar en Él, es Jesús el autor de mi salvación,
el ejemplo de que todo sacrificio traerá gozo al final, quien hoy está sentado
en su trono listo para ayudarme. Debo mirar a Cristo, no importa lo cansado que
esté, debo mirarlo a Él. Debo confiar en Jesús, no en mis fuerzas, no en mis
capacidades o potenciales, debo esperar en las fuerzas y descanso que da Jesús.
El mayor error de todos es que en momentos de agotamiento queremos estar solos,
y muchas veces nos equivocamos porque dejamos a Cristo fuera y es Él la fuente
de poder para nuestras vidas. Satanás te adormecerá con palabras cálidas y
arrulladoras, diciendo lo bueno que eres y lo poco que le importas a los demás,
mentiras que en el cansancio, como esas voces de un sueño; pueden confundirte y
hacerte ver cosas que no son. Culpas a los demás, te desquitas con los que
tienes a tu alrededor y al estar solo, te echas la culpa de todo y te gritas al
espejo que eres un perdedor.
Con el debido respeto: “¡no seas tonto!”, no te creas
las mentiras del cansancio, no pienses que la vida es gris porque hoy estás sin
fuerzas. Mira a Cristo, no dejes de ver su gloria y recobrarás tu fortaleza, no
sé cómo, de eso se encarga Jesús; tú solamente dedícate a contemplarle y di
como el salmista:
Sal 119:25 Abatida hasta el polvo está mi alma;
Vivifícame según tu palabra.
:(
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