Inteligente:
El liderazgo muchas veces está caracterizada por
la audacia, la creatividad y la temeridad de un líder. Pero también muy pocas veces se ve a uno que está intentando en aprender de otros. Quizá por orgullo o por temor de
mostrar debilidad, no quiere reconocer que no sabe de algo o no tiene las respuestas.
A veces este tipo de actitudes le convierten en una persona
orgullosa y soberbia; dejan de ser sencillos para escudarse en una imagen de
hombres y mujeres perfectos, que no cometen errores, siendo de tropiezo para
otros.
Otros no quieren seguir el consejo de los demás, creen que su
punto de vista o su inventiva les va a dar los resultados más destacados y
sobresalientes. Se vuelven empecinados en su propio criterio e ideas y no
quieren escuchar. Tratan de inventar el agua tibia. No se dan cuenta que hay
otros siervos que ya pasaron por el mismo camino, cometieron los mismos errores
y están dispuestos a darles un consejo por la experiencia. Esto por lo general
los lleva al fracaso y casi siempre echan la culpa a los demás, justificando su
falta de dirección.
La inteligencia es la capacidad de entender, asimilar,
elaborar información y utilizarla para resolver problemas. El diccionario
define la inteligencia, entre otras acepciones como la "capacidad
para entender o comprender" y como la "capacidad para resolver
problemas". La inteligencia parece estar ligada a otras funciones
mentales como la percepción, o capacidad de recibir información, y la memoria,
o capacidad de almacenarla.
Por ejemplo si comienzo a describir un árbol al costado de mi
casa, es grande y frondoso, con hojas verdes y finas, sus ramas extendidas dan
una forma cónica y en ellas se anidan palomas. En su mente automáticamente
comenzó a generarse una imagen, aunque usted nunca vio el árbol, puede
imaginárselo porque su mente comprendió de qué estoy hablando, relacionó la
forma con otras que ya vio en el pasado y pudo obtener una idea general de lo
que le estoy hablando. Eso se llama comprensión. Es la capacidad de la mente de
entender y comprender lo que escucha, parte de la inteligencia.
En el liderazgo debemos ser inteligentes, debemos tener esta
capacidad de saber resolver un problema viendo lo sucedido en el pasado o en
otras personas. Cuando estamos frente a nuevos desafíos y decisiones, ante
situaciones que necesitan de nuestra dirección debemos tomar pasos
inteligentes, no basados en el temor o en las emociones o frustraciones.
Debemos medir las consecuencias y según el consejo de otros ver qué es lo más
conveniente. El temor, la ansiedad o la frustración, son emociones que a
veces nos empujan a decidir y no tomar el tiempo necesario para pensar y orar
antes de obrar. Esto puede traer trágicos resultados.
Un gran ejemplo para mí es Josué. Por muchos años caminó
junto al más grande líder de Israel. Le sirvió, peleó las batallas; enfrentó a
un pueblo rebelde. Josué aprendió a liderar en la mejor escuela que podemos
pensar. Y por sobre todo fue un líder inteligente, aprendió de los errores del
pasado, de los errores de Moisés.
Josué 2:1 Josué hijo de Nun envió desde Sitim a dos espías
secretamente, diciéndoles: andad, reconoced la tierra y a Jericó…
Este versículo nos dice mucho sobre lo que vivió Josué y sus
experiencias pasadas, cómo tomar una decisión correcta, cómo no volver al
desierto. Años atrás Moisés había enviado a doce espías, entre ellos Josué y
Caleb, los cuales trajeron buenas noticias y ánimo al pueblo, pero los diez
restantes sólo trajeron quejas y miedos que hicieron pecar al pueblo.
Josué sabía que no necesitaba muchas opiniones, que
necesitaba un informe objetivo y envió solamente dos personas. Obviamente era
difícil entrar como espías en un grupo de 12 hombres, pero dos eran suficientes.
Josué no quería equivocarse, Josué quería estar seguro de que iba a tener el
resultado que esperaba y tomó la decisión correcta basada en la experiencia de
otros.
Se dice que un prudente es aquel que aprende por sus propios
errores, pero que un sabio es el que aprende por los errores de otro.
Mire, observe, consulte, pida consejo antes de tomar un
camino en su ministerio. Hacer la obra basada en su propia opinión no siempre
tendrá los mejores resultados. En cambio el consejo de Dios es que en la
multitud de consejeros está la victoria.
Otro ejemplo, pero de fracaso, es justamente Josué, pero esta
vez por no consultar a Dios. Escuchó a los hombres de Gabaón e hizo pacto con
ellos sin pedir la dirección de Dios, y cometió un error. Hacer las cosas
independientemente puede tener un alto costo. Puede retrasar el trabajo, perder
hermanos, crear discordia. Lo importante es que debemos tomar decisiones
inteligentes, guiados por el Espíritu de Dios, afirmados en la fe y oración, conforme
a los principios de Dios basados en su Palabra.
Toma consejo, escucha lo que otros te puedan decir y pídele a
Dios que te ayude a tomar decisiones correctas.
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