sábado, 17 de marzo de 2012

Liderazgo, más que predicar o dirigir - 3


Inteligente: 
El liderazgo muchas veces está caracterizada por la audacia, la creatividad y la temeridad de un líder. Pero también muy pocas veces se ve a uno que está intentando en aprender de otros. Quizá por orgullo o por temor de mostrar debilidad, no quiere reconocer que no sabe de algo o no tiene las respuestas.
A veces este tipo de actitudes le convierten en una persona orgullosa y soberbia; dejan de ser sencillos para escudarse en una imagen de hombres y mujeres perfectos, que no cometen errores, siendo de tropiezo para otros.
Otros no quieren seguir el consejo de los demás, creen que su punto de vista o su inventiva les va a dar los resultados más destacados y sobresalientes. Se vuelven empecinados en su propio criterio e ideas y no quieren escuchar. Tratan de inventar el agua tibia. No se dan cuenta que hay otros siervos que ya pasaron por el mismo camino, cometieron los mismos errores y están dispuestos a darles un consejo por la experiencia. Esto por lo general los lleva al fracaso y casi siempre echan la culpa a los demás, justificando su falta de dirección.

La inteligencia es la capacidad de entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas. El diccionario define la inteligencia, entre otras acepciones como la "capacidad para entender o comprender" y como la "capacidad para resolver problemas". La inteligencia parece estar ligada a otras funciones mentales como la percepción, o capacidad de recibir información, y la memoria, o capacidad de almacenarla.

Por ejemplo si comienzo a describir un árbol al costado de mi casa, es grande y frondoso, con hojas verdes y finas, sus ramas extendidas dan una forma cónica y en ellas se anidan palomas. En su mente automáticamente comenzó a generarse una imagen, aunque usted nunca vio el árbol, puede imaginárselo porque su mente comprendió de qué estoy hablando, relacionó la forma con otras que ya vio en el pasado y pudo obtener una idea general de lo que le estoy hablando. Eso se llama comprensión. Es la capacidad de la mente de entender y comprender lo que escucha, parte de la inteligencia.

En el liderazgo debemos ser inteligentes, debemos tener esta capacidad de saber resolver un problema viendo lo sucedido en el pasado o en otras personas. Cuando estamos frente a nuevos desafíos y decisiones, ante situaciones que necesitan de nuestra dirección debemos tomar pasos inteligentes, no basados en el temor o en las emociones o frustraciones. Debemos medir las consecuencias y según el consejo de otros ver qué es lo más conveniente. El temor, la ansiedad o la frustración, son emociones que a veces nos empujan a decidir y no tomar el tiempo necesario para pensar y orar antes de obrar. Esto puede traer trágicos resultados.

Un gran ejemplo para mí es Josué. Por muchos años caminó junto al más grande líder de Israel. Le sirvió, peleó las batallas; enfrentó a un pueblo rebelde. Josué aprendió a liderar en la mejor escuela que podemos pensar. Y por sobre todo fue un líder inteligente, aprendió de los errores del pasado, de los errores de Moisés.

Josué 2:1 Josué hijo de Nun envió desde Sitim a dos espías secretamente, diciéndoles: andad, reconoced la tierra y a Jericó…

Este versículo nos dice mucho sobre lo que vivió Josué y sus experiencias pasadas, cómo tomar una decisión correcta, cómo no volver al desierto. Años atrás Moisés había enviado a doce espías, entre ellos Josué y Caleb, los cuales trajeron buenas noticias y ánimo al pueblo, pero los diez restantes sólo trajeron quejas y miedos que hicieron pecar al pueblo.
Josué sabía que no necesitaba muchas opiniones, que necesitaba un informe objetivo y envió solamente dos personas. Obviamente era difícil entrar como espías en un grupo de 12 hombres, pero dos eran suficientes. Josué no quería equivocarse, Josué quería estar seguro de que iba a tener el resultado que esperaba y tomó la decisión correcta basada en la experiencia de otros. 

Se dice que un prudente es aquel que aprende por sus propios errores, pero que un sabio es el que aprende por los errores de otro. 

Mire, observe, consulte, pida consejo antes de tomar un camino en su ministerio. Hacer la obra basada en su propia opinión no siempre tendrá los mejores resultados. En cambio el consejo de Dios es que en la multitud de consejeros está la victoria.

Otro ejemplo, pero de fracaso, es justamente Josué, pero esta vez por no consultar a Dios. Escuchó a los hombres de Gabaón e hizo pacto con ellos sin pedir la dirección de Dios, y cometió un error. Hacer las cosas independientemente puede tener un alto costo. Puede retrasar el trabajo, perder hermanos, crear discordia. Lo importante es que debemos tomar decisiones inteligentes, guiados por el Espíritu de Dios, afirmados en la fe y oración, conforme a los principios de Dios basados en su Palabra.  

Toma consejo, escucha lo que otros te puedan decir y pídele a Dios que te ayude a tomar decisiones correctas.

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