A veces es difícil encontrar confianza en Dios en medio de las pruebas y dificultades. El dolor nos supera y nubla nuestra mirada pero es el mejor terreno para aprender a confiar en su poder y fortaleza, no es por la lógica sino por pruebas donde puedes comprobar su buena Voluntad.
Tampoco creo en la trillada frase pseudo-confortante: “Es que Diosito quiere esto para mí”. En verdad puedes encontrar paz y seguridad en medio de las dificultades y la perdida de personas amadas.
Esto me ocurrió a mí:
En el 2013, en los primeros días del año, mi hermano Pablo falleció ahogado en un río en la ciudad donde nací. Fue muy traumático ya que llevó varios días perdido en el río, cuando lo encontraron, estaba en mala condición y su entierro fue inmediato. Él había llevado una vida desordenada y el alcohol había hecho estragos en su vida y la de su familia. Mi mamá de más de 70 años no podía superarlo, tuvo un periodo largo de depresión y deterioro de su salud.
En junio del mismo año; el bebé en camino de mi hermano Daniel, falleció antes de nacer, otro golpe duro para la familia. En agosto por el día de mi cumpleaños, llamé a mi mamá por teléfono, yo vivo en Ecuador y ellos en Argentina. Al hablar con ella, me pidió que regrese, me extrañaba y no podía superar la muerte de su hijo y también su nieto. Le dije que no podría, pero a fin de año quizá sí. Sin saber que dos semanas después ella también partiría a la presencia del Señor. El día que me comunicaron de su muerte viajé a mi ciudad natal de una forma sorprendente porque pude conseguir pasajes y todo fue bueno en el viaje.
Volví a Ecuador, a mi trabajo, en medio de tantos compromisos y actividades no tenía forma de enfrentarlo todo. A veces, esperamos el consuelo de personas cercanas o de los hermanos en la fe pero no siempre lo encontramos. Llegó octubre, mi hermano Feliciano ingresó al hospital por un tumor en el intestino, al hablar con él por teléfono me dijo: “si quieres verme tienes que venir ahora, sino me despido de una vez de ti”. Ese mismo día viaje nuevamente a Argentina, pasé esa semana con él en el hospital. Estuve en su cuarto la noche que falleció, lo hizo sujetando mi mano. Pero antes de morir pude ver a un hombre que confiaba en Dios. Él me dijo: “¿Cómo puedo pedirle a Dios que me quite esta enfermedad si Él no termina aun lo que quiere en mí?”.
Puedo decir que en medio de tantos problemas y tristezas no perdí mi confianza en Dios, pero hubo momentos donde la tristeza llenó mi corazón, momentos que tuve que mantenerme firme y poner cara de que: todo estaba bien.
Había personas que no entendieron lo que me pasaba por dentro, juzgaban mi dolor diciendo que lo debía superar y que si yo confiaba en Dios no podía llorar. Hubo momentos en que me detuve con el auto en una esquina alejada, lloré desconsoladamente.
En medio de todo este duro año pude disfrutar del amor, cariño y consuelo de los que realmente te aman. Dios estuvo en medio de todo este paso por el valle de la muerte, nunca me dejó, me acompañó en cada llanto y en cada noche de insomnio. El asunto no está en el problema sino en que puedas ser capaz de esperar un segundo más y dejar que Dios haga su parte.
Dios sólo pide que confíes en Él y te promete:
Isaías 43:2 Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.