Walter Scott,
un escritor británico dijo: “La venganza es el manjar más sabroso
condimentado en el infierno.”
Es
algo que a nadie le gusta reconocer pero generalmente lo hace. Vengarse, es tan
propio de los hombres, su naturaleza lo lleva a este acto. Tanto así que en la
mitología griega existía una diosa, Némesis; que se vengaba de todos aquellos
que desobedecían a los padres o eran infieles a sus parejas.
La
venganza a veces está confundida con la justicia, pero apela más a destruir al
ofensor que a restaurar y reparar el daño. La venganza no busca el
arrepentimiento del culpable, sino el sufrimiento.
Pero,
¿es posible tanta maldad en nuestros corazones?. Vamos, hay que admitirlo;
somos capaces de eso y mucho más. Somos expertos en ver la forma de vengarnos,
de darle donde más le duele; en verlo humillado y que él pase a ser hazme reír
de todos. “Si tan sólo tuviera la oportunidad, te lo aseguro que me lo va a
pagar.” Frases como estas son las que muestran la capacidad y hambre de
venganza en nuestros corazones.
Pero
hubo alguien que nos mostró un camino diferente. Entendió que vengarse no lo
llevaría a nada y que todo el daño que le hicieron al final, fue para bien.
José, el hijo consentido de Jacob, aprendió que Dios tiene un propósito en todo y
por tal experiencia pudo dejar que Dios haga justicia y que él sólo debía
sujetarse a la voluntad de Dios. Sé que no es fácil, que quizás todos queramos
un poquito del plato de la venganza como postre, que nos gustaría ver con
nuestros ojos cómo aquel que nos molestaba sufre. En cambio vemos en la vida de
José algo totalmente diferente, él dijo:
Génesis 50:19 Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy
yo en lugar de Dios?
Anhelar ver el mal sobre otro es algo que a Dios
desagrada. Dios espera que aprendamos a perdonar y que esperemos que Él se haga
cargo del asunto. Dios conoce los corazones y sabe cuáles fueron las razones
del por qué, tal persona actuó de esa forma y es Él quien tomará la corrección en
sus manos.
Pro 24:17 Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes,
Y cuando tropezare, no se alegre tu corazón;
Pro 24:18 No sea que Jehová lo mire, y le desagrade,
Y aparte de sobre él su enojo.
No debemos buscar vengarnos, dejemos eso en manos de
Dios. No debemos alegrarnos en la desgracia de otros, Dios te está viendo. No hagas
que tu rencor, enojo, ira o lo que sea entrone a Némesis en tu corazón antes
que a Dios. Los platos fríos a veces dan dolor de estómago.
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