Un gran dilema entre los jóvenes hoy en día es la ansiedad
por tener un noviazgo, pareciera que esperar no es algo que merezca mi
consideración. En el mundo de desenfreno la espera no es algo que podamos
tenerlo en nuestra lista de forma de vida. Pero hay dos decisiones cruciales en
la vida de una persona, y ambas tienen que ver con una relación: la primera es
que va a pasar con tu futuro, rechazas creen en Jesús o depositas en Él tu fe y
lo aceptas como Salvador, esto determinará tu futuro eterno; la segunda es con
quién te vas a casar. Y si bien nos preparamos para muchas cosas en la vida,
para dar un examen, para un campeonato, para una presentación de música. A lo
menos que le dedicamos tiempo es a pensar si es o no la persona correcta con la
que me voy a casar.
Hay dos aspectos en cuanto a la espera sobre el noviazgo,
los que se desesperan por tener una pareja ya, y no pueden esperar y se agarran
lo primero que pasó; y los que esperan demasiado y les va dejando el tren.
Los desesperados no miden la importancia de la decisión,
piensan que no importa como es la otra persona el algún momento le va a cambiar,
grave error, porque esto nunca sucede.
Los pasivos se ponen tan pretenciosos e indecisos que aun
teniendo a una gran persona frente a ellos no lo ven, porque piensan que quizá
van a encontrar algo mejor en otro lugar y desaprovechan lo que Dios les está
dando.
Un gran ejemplo es el mayordomo de Abraham, quien fue
enviado para buscar una esposa para Isaac. Él espero, oró, miró, consideró, vio
que se cumplió su pedido y recién allí habló con la muchacha y dio los regalos.
Muchos no toman este proceso y se equivocan, comienzan por el final, dan
regalos, coquetean y después oran esperando que Dios solucione sus problemas.
Gén 24:12 Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham,
dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor
Abraham.
13 He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y
las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua.
14 Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere:
Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y
también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para
tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor.
21 Y el hombre estaba maravillado de ella,
callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no.
22 Y cuando los camellos acabaron de beber, le
dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que
pesaban diez,
26 El hombre entonces se inclinó, y adoró a
Jehová,
27 y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo
Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová
en el camino a casa de los hermanos de mi amo.
Este hombre oró y esperó, entonces pudo ver la misericordia de
Dios y lo alabó. Algunos se quejan hoy de su situación, de su pareja o de su
soledad, pero si no oras, no esperas, no podrás ver la misericordia de Dios.